Mujeres que se matan y mujeres que matan – masculinidad y feminidad en Shakespeare

Muerte del duque de York en Enrique VI de Shakespeare - Henry Courtney Selous
Muerte del duque de York en Enrique VI de Shakespeare - Henry Courtney Selous. Debajo se lee: 'Reina Margarita: ¡fuera con su cabeza...!'

A mi amiga Andrea Brandes, tras leer mi posteo acerca de los suicidios de Julieta y Cleopatra, le impacta lo que percibe como «masculinidad» en esos dos famosos personajes femeninos. ¿Por qué quitarse la vida sólo porque su hombre se la quitó? Le parece una solución tan poco práctica, que a ninguna mujer conocida de ella se le ocurriría.

Yo bromeando comento que de habérseles ocurrido estarían muertas. Pero bromas aparte, su aguda impresión nos abre temas bien fascinantes. De partida, el del suicidio juvenil (y no tan juvenil), en sociedades contemporáneas como la nuestra… ¿Quiénes más se suicidan en Chile, hombres o mujeres, y de qué edad y por qué?

También el de la relación entre ficción y realidad: ¿qué tan comparables son los personajes de ficción con los de la realidad? ¿No pertenecen acaso a universos mentales distintos? ¿O se superponen esos universos?

Y quizá el tema más fascinante de todos: ¿puede una imaginación masculina, por poderosa que sea, imaginar con propiedad un corazón femenino? ¿O está un imaginador hombre, aunque sea el más eximio de todos, condenado a masculinizar, por sutilmente que sea, a sus creaciones femeninas? ¿Qué ocurre con la masculinidad y feminidad en Shakespeare?

Andrea ha dado con un tema que no es nuevo. Se lo ha discutido a ultranza en la crítica shakespeariana de las últimas décadas. Y se está lejos de una unanimidad al respecto. Lejos. Con una vasta gama entremedio, ha habido desde quienes sostienen la inevitable masculinidad de la mirada del vate inglés, hasta quienes le atribuyen creaciones perfectamente femeninas.

Por ejemplo la norteamericana Marilyn French (la perdimos hace poco, el 2009, una pensadora notable, notable). Ella le concede la hazaña de haber construido en ciertas obras (Como gustéis, Noche de reyes, El cuento de invierno, etc) universos mentales femeninos tan nítidos como coherentes. Habiéndola leído, debo decir que su lógica no sólo es deleitosa sino ultra convincente. Pero también he hallado convincentes otras lógicas contrarias; es que esta ha sido una pugna de gigantes y a nosotros, meros aprendices de sommelier de la estética, más nos ha convenido degustar las distintas razones, solazarnos con cada una de ellas, e ir educando el olfato crítico con sus sabores.

Pero una idea lleva a la otra. Y el tema al cual a mí me llevaron mis meditaciones, tras la fascinante observación de Andrea – tema que he visto figurar menos en la crítica shakespeariana – fue ya no el de mujeres que se matan, sino otro quizá más decisivamente «masculino».

Estoy pensando en mujeres no sólo de armas tomar. De ellas hay varias en Shakespeare, pero no todas figuran matando. La más emblemática es Juana de Arco en Enrique Sexto, primera parte. Estoy pensando en mujeres que matan. Y no tanto por encargo, como hace Lady Macbeth, ni por medios que podrían pasar por más «femeninos» como el veneno (recordemos a las brujas de los hermanos Grimm). Pienso en mujeres que matan de la manera más «masculina» imaginable: a vista y paciencia, con arma en la mano y sin escrúpulo.

De aquellas hay dos, por lo menos (puede que se me olvide alguna), en Shakespeare. Son Regan, una de las hijas hipócritas del rey en El rey Lear, y la reina Margarita de Anjou en Enrique Sexto, tercera parte. De esas dos el caso aparentemente más fuerte de «masculinidad» femenina lo presenta Margarita. Allí donde Regan mata de una puñalada a un sirviente que está armado, y por defender a su esposo que acaba de ser él mismo herido de muerte, Margarita asesta sus puñaladas a un prisionero desarmado e indefenso, que es nada menos que el rival de su esposo por el trono. Es decir mata con premeditación, alevosía y motivaciones muy masculinas. ¡Y con cuánta saña además lo hace! (vea la leyenda de la imagen de arriba).

Sin embargo, sin embargo… en el amplio panorama de las tres obras en que Shakespeare la despliega, se nos va desdibujando esa imagen «masculina» y se nos va tornando la reina Margarita en vehículo de una exuberante serie de otras facetas del espíritu. Margarita de Anjou está entre sus cuatro o cinco creaciones que le rinden más kilómetros por litro al dramaturgo. A lo largo de todo aquél kilometraje, merced a que su creador le concede un inimitable don del verbo (tanto que en un momento sus enemigos la exilian para evitar que siga inundando «el mundo con palabras») ¡por qué soberbios parajes del decir poético nos pasea Margarita!

Ella bien podría ser, por ejemplo, la máxima creación maldecidora de la literatura occidental. Lo es por lo menos, y a menos que me falle la memoria, de toda la que yo he leído. Otras famosas maldecidoras, como Medea de Eurípides pongamos por caso, francamente le quedan chicas, aunque en cuanto a crímenes la superen. Y el caso es que – rematando aquí ya el tema de este ensayo – maldice la reina Margarita de Anjou como tal vez no lo haya podido hacer jamás hombre (léase «alguien de sexo masculino») alguno, ni de ficción ni de carne y hueso. Ella pone al servicio de su maldecir un surplus estético, una pasión versificante y una especie de tsunami metafórico como yo no he visto nada igual. Aquellas mismas dotes la vuelven una sublime lamentadora y, a la postre, una estremecedora reportera del acontecer humano.

Y más estremecedora aún por estar hablándonos de primera fuente. Hacia el final de su participación en el canon shakespeariano, durante las carnicerías de Ricardo Tercero ya sólo se limita, y con un sentido de la ironía del cual sólo los perdedores de este mundo han de ser capaces, a reportear cómo se han ido cumpliendo, como con cronómetro, cada una de sus maldiciones. Y eso no lo logra ningún maldecidor shakespeariano de sexo masculino, porque aquellos no alcanzan a vivir lo suficiente para comprobar el destino de sus maldiciones.

Es más: la mayoría de ellos, como el propio duque de York a quién Margarita apuñala y decapita, vienen a maldecir recién cuando están a punto de morir.

Un comentario sobre “Mujeres que se matan y mujeres que matan – masculinidad y feminidad en Shakespeare”

  1. Enzo! que genial, que genial!!! que placer leer lo que escribes. Mi (nada de aguda) observación, referente al trozo de hombre que hay en las mujeres de Shakespeare, tiene también que ver con que las mujeres sobre el escenario, no son mujeres, son hombres interpretando no solo el papel, sino el género…

Los comentarios están cerrados.