Invitación a la Escena Extraordinaria – encuentros transformacionales con Shakespeare

Julian Lopez-Morillas en el rol del cardenal Wolsey en Enrique VIII , Colorado Shakespeare Festival.
Julian Lopez-Morillas en el rol del cardenal Wolsey en Enrique VIII , Colorado Shakespeare Festival.

Esta es una invitación a venir a compartir conmigo, y algunos amigos míos, la Escena Extraordinaria shakespeariana. Explico de qué se trata.

Es domingo recién pasado, por la noche. Empiezo a releer una obra supuestamente muy menor de Shakespeare, La vida del rey Enrique Octavo, y de la cual además se pone muy en duda su autoría, pues gran parte de ella se atribuye a otra mano, la de su contemporáneo Fletcher. A decir verdad hoy por hoy está en boga negarle a Shakespeare la autoría de todas sus obras, pero eso aquí me da lo mismo, pues de lo que quiero hablar es de la peculiar palanca o báscula shakespeariana, que desarraiga a quién lo lea de su realidad mental y va y lo planta en otros extraordinarios mundos, importando poco o nada quién haya esgrimido la pluma en la realidad. Y el efecto desplazador de esa peculiar palanca se lo puede hasta sentir en La vida del rey Enrique VIII, por muy menor y de dudosa autoría que la hallen.

La escena es la corte inglesa de fines del siglo 16. La situación es tan actual y tan normal que podría estar ocurriendo en Chile a comienzos del siglo 21. Ahora mismo, incluso. El gobierno está en problemas, las regiones se han sublevado, se están discutiendo alzas de impuestos, hay soterrados conflictos con el país vecino, políticos sedientos de poder y candilejas (unos cayendo y otros ascendiendo) y está la iglesia metida entremedio de todo aquello con tanto celo – y enjundia – entonces como hoy. Se razona con clichés y se debate con opiniones de facsímil. Es decir, lo mismo de hoy. Una normalidad soporífera y apabullante. Me duermo y sueño banalidades. Cómo no.

El lunes vuelvo a coger el libro y a poco andar esa normalidad se ha desfigurado y hemos pasado a otro plano. El tedio se ha vuelto sorpresa y el sopor suspenso. La frase de plantilla ha enmudecido. En su lugar ha irrumpido un verbo fulminante, un pensamiento recién brotado – conjurado sobre la marcha – y esa adictiva pócima shakespeariana, hecha de filosofía en estado naciente, de poesía y de urgencia, que con un par de veces que la hayas probado quedas condenado a siempre volver por más.

Sé lo que me ha pasado, lector viejo de Shakespeare que soy (pero nunca por viejo más hábil para anticipar ese efecto a tiempo). Me ha extirpado de mis habituales suelos la báscula  shakespeariana, para ir a dar conmigo en la escena extraordinaria. Un mundo temible y prodigioso donde el pensamiento es nuevo, la palabra primigeniamente hablada y la conducta inaugural.

Me ha dado a beber su pócima. Un elixir que cualquiera de sus personajes – todos – pueden administrarte, de rey a villano y de obispo a hereje, pues el poeta no le niega a nadie en su universo, cuyo corazón aún palpite, el don de la palabra feliz, del acto previamente inconcebible y de la  imaginación. En una anterior pasada por esta obra – unos veinte años hará – me había sucedido con el personaje de Catalina de Aragón, la primera esposa del famoso rey. ¡Qué personajazo, entonces! Hoy, al retomar la obra, ya no me pasa tanto con la reina (sin que por ello se atenúe para nada mi admiración por su personaje) como con el cardenal Wolsey.

¡Yo, fascinado así con un cardenal! Por muy de ficción que sea, algo inaudito en mí.

Si eso le puede pasar a uno con una obra menor, con un mero «city car» de dudosa manufactura como Enrique Octavo, imagínense ser mentalmente atropellado por uno de los «camiones tolva» del poeta. Por un Rey Lear, un Julio César, un Macbeth, un Medida por Medida o un Ricardo Tercero.

Escena extraordinaria tras escena extraordinaria. Transportes a parajes donde el horizonte mental precocido, el molde previo de ideas y valores, el ADN cultural, resultan ser no más que caparazones vulnerables y provisorias. Demolibles como ellas solas. Incapaces de trabar la acción de esa palanca que viene a devolvernos a una intemperie original donde se ha de pensar, hacer, sentir y decir todo de nuevo. Ah, y decirlo además perfecto.

Eso ha sido Shakespeare para mí. Cambiador de piel mental, metamorfoseador, refundador de axones, dendritas y neuronas. Más de una vez. Siempre con su palanca de la escena extraordinaria.

Es a compartir y a generarnos más experiencias de ese tipo, con la báscula de la escena extraordinaria shakespeariana, a lo que estoy invitando aquí. Lo hago motivado por un notable grupo de amigos autodenominados «akadémikos», con quienes habitualmente nos juntamos a desarreglar el mundo. Ellos, hará como unos diez meses atrás me injertaron el desafío de volver a mirar a algunos de mis pensadores favoritos desde la óptica de algo que dimos en llamar: «desaprender». Y dejo al lector la tarea de imaginar la gama de sentidos que con ello buscamos conjurar.

Serán cuatro veladas de encuentros shakespearianos en casa de Andrea Brandes. Andrea es una «akadémica» senior, desde luego, con quién hemos conversado mucho Shakespeare, quién primero me sugirió esta idea y me ha perseguido sin permitirme escondrijo alguno desde entonces, hasta llevarla a cabo.

Serán veladas bien conversadas, con harto y variado Shakespeare en diversos formatos, con sus buenas dosis de sorpresas shakespearianas, y bien surtidas también con cositas ricas para beber y degustar. Y con la siempre provokadora presencia de uno que otro de nuestros amigos akadémikos.

Las fechas serán: martes 22 y 29 de mayo, y 5 y 12 de junio de 2012, de 7 a 10 PM

El drecho a participación en esta Escena Extraordinaria cuesta $80.000, estudiantes la mitad.

Si tienes interés por participar en la Escena Extraordinaria, o deseas conversarlo más, puedes llamarme a mí o a Andrea: 9 300 0521 (Enzo)     9 919 5795 (Andrea)

2 comentarios sobre “Invitación a la Escena Extraordinaria – encuentros transformacionales con Shakespeare”

  1. Perfecto! si cuento con tu venia, convocaré a los posibles compañeros (de cordada, como diría Jorge Milla de la Akademia).
    Quedé pensando en el maravilloso tema del BASTARDO, ese cañonazo con el que Shakespeare le dispara al incesto, y en la bastardía de nuestros poetas, que entran por los palos y terminan ganando la carrera…Mistral, Neruda, Violeta y Nicanor…nacen pobres y completamente ajenos a la sociedad incestuosa de la que se supone debería surgir el talento, y terminan repartiendo «identidad pal mundo»…

    1. Ya pues, echémosle para adelante entonces. Y… y… por algo te habrá quedado dando vueltas… como a mí… así que ¿por qué no? podemos echar bastardo e incesto a la parrilla de entradita en la primera sesión…

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