La necesidad de Confucio – por qué me conmueve y moviliza el confucianismo

Enzo Cozzi en Mengmiao, Templo de Mencio, Shandong 2012Como el Dante al comienzo de su Divina Comedia, Sylvia (mi mujer, mi «Virgilio» y mi guía) y yo nos perdimos por una selva antes de poder dar con la meta del último peregrinaje que realizamos en nuestro recién pasado viaje a China de abril de 2012. No era la terrorífica selva de Dante, mas igual algún temor inspiraba, pues se nos hacía ya tarde tras un día extenuante, y sus sinuosos y solitarios senderos llevaban también a un mundo de muertos: un ancestral cementerio.

Tras haber recorrido la sureña Yunnan peregrinando hacia Shangri La – episodio que cuento en mi posteo anterior – habíamos partido hacia el antiguo país de Qi, la nación de Confucio, en la actual provincia de Shandong, al otro extremo de China. Nuestra meta era Qufu, ciudad donde se hallan el mayor templo dedicado al sabio, su mansión ancestral y su tumba, emplazada en medio de un bosque. En ese bosque fue que nos perdimos con Sylvia antes de poder dar con la tumba, lugar que yo por años había soñado con visitar.

Mucho antes de perdernos en ese bosque, eso sí, había cumplido ya otro sueño aquél mismo día. Por la mañana temprano habíamos conseguido llegar al templo de Mencio, en la pequeña ciudad de Zoucheng cerca de Qufu. Es una localidad fuera de toda ruta turística, los únicos occidentales ahí éramos nosotros. Mencio es históricamente el mayor discipulo de Confucio y una voz única en el confucianismo, que sólo atino a describir como amorosa y feroz a la vez, más dura que pedernal y más líquida que remanso. Parecida a las de algunos de esos profetas bíblicos tal vez, claro que muy lejos de lo religioso y confesional en su caso, y sin tono apocalíptico, pues para Mencio entramos al infierno acá mismo cada vez que lesionamos nuestra integridad con dobleces y argucias, y de ahí ya todo se nos vuelve cotidiano penar. Y es la voz de Mencio de una actualidad asombrosa también, como muestro en el siguiente video:

Mengmiao, el templo de Mencio, nos conmovió por lo austero y silvestre. Sus enmalezados jardines y sus viejas y descascaradas paredes nos resultaban coherentes con las enseñanzas del sabio. Tal como exclamara Jorge Manrique: «¡[Tanta] diligencia tan viva… en componer la cautiva (la cara), dejándonos la señora (el alma) descompuesta!» (Coplas a la muerte de su padre), pero en otra vena, la vena laica del confucianismo, así parecía exclamar Mencio mientras paseábamos: «¡Para qué tanto cuidar de jardines… dejándonos la intachabilidad descompuesta!»

Tras la visita al templo de Mencio, nos esperaban emociones mayores aún en nuestras visitas al templo y la tumba de su maestro, esa misma tarde, en Qufu, a treinta kilómetros de Zoucheng.

El templo de Confucio era otra cosa. Aparato de estado y grandilocuencia a destajo. Sin embargo, en los insterticios de tanta decoración ostentosa y versallesco paisajismo, se respiraba de repente sutiles bocanadas de las vicisitudes del sabio. Por ejemplo, en un momento nos desviamos de la ruta turística y terminamos en un patio lateral, junto a un murallón de piedra carcomido del tiempo. El letrero a su lado informaba que de ese muro se habían rescatado Las Analectas, famoso libro con las lecciones del filósofo, que había sido emparedado allí por algún discípulo, salvándolo así de las persecuciones y quemas de libros para nosotros y la posteridad.

¡Salvado allí en ese muro para nosotros! Aquél libro sin fecha de expiración, que comienza con las palabras: «¡Díganme si no es dichoso estudiar y aprender con diligencia, y recibir en nuestros hogares a amigos queridos!»

El muro donde se preservaron Las Analectas de Confucio, Qufu, Shandong, foto de Enzo Cozzi
El muro donde se preservaron Las Analectas de Confucio, Qufu, Shandong, foto de Enzo Cozzi

Lo más emocionante, por lejos, fue nuestro encuentro final, cuando ya caía la tarde, con la tumba de Confucio. Sobre todo por la forma como llegamos, tras haber deambulado perdidos por aquél bosque que la alberga. Tras haber navegado al garete en aquél bosque por un caleidoscopio de tumbas, llegamos ante un túmulo con una piedra y algunas guirnaldas rojas delante. Estaba todo florecido con flores azules, pues era la primavera plena. Allí me me detuve a preguntar por la tumba de Confucio a tres hombres que fumaban acuclillados junto a un basurero donde sacudían las cenizas.

El sólo hecho de que un grupo de fumadores, en cualquier parte del mundo, ¡pero sobre todo en China!, estuvieran molestándose en medio de un parque en tirar sus cenizas, no al suelo, sino respetuosamente en un basurero, debió haberme hecho anticipar su afable respuesta:

«Xiansheng (señor), ya está usted delante de Kongzi Mu (la tumba de Confucio).».

Escucharlos y perder yo la compostura fue todo uno. Como si me hubieran pulsado un interruptor en los nervios, me vino a remecer instantáneamente una indescriptible emoción, que aquel tríptico de parroquianos fumadores de la tumba ancestral sin duda acentuaron en mí, con su proceder tan impecablemente a la altura de las circunstancias.

Corrijo: no fue tan indescriptible mi emoción. La puedo describir. Me conmovió el hecho de sentirme parado junto a las raíces de un desafío vital prodigioso de simple: cómo hacer para ir logrando a diario vivir contento y plenamente, sin pasar a llevar a nadie jamás.

5 comentarios sobre “La necesidad de Confucio – por qué me conmueve y moviliza el confucianismo”

  1. Notable experiencia de llegar a la tumba de ese sabio que ha de ser gran inspiración para ti. Quiero saber más de él a través tuyo.
    Por otra lado, lo dicho por Mencio en el primer video tuyo, me pareció notable y digno de una buena conversación. Qué es eso de poner al lucro en su lugar; cuando? hace 2500 años? No aprendimos nada o estaba Mencio equivocado?
    Puras conversaciones que se abren.

  2. Muchas gracias Enzo por estos recuerdos de viaje!!
    Notables.
    Me quedo con tu emoción final y las palabras de inicio del libro Las Anacletas :
    “¡Díganme si no es dichoso estudiar y aprender con diligencia, y recibir en nuestros hogares a amigos queridos!”
    ¿Acaso una muy buena síntesis para la Akademia?
    Un abrazo

    1. Guillermo, buena onda, Confucio merece más presencia entre nosotros. Mira mi nuevo curso sobre pensamiento chino en este mismo sitio web… allí vendrá un módulo sobre Confucio y lo que nos puede decir a nosotros hoy día… saludos

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