En la ruta china de la seda, 2 de junio 2011: el rey mono y la domesticación del budismo en China

El oasis de Tulufan (Turpan), en la actual región autónoma uygur de Xinjiang, es el lugar donde la rama norte de la ruta de la seda, tras haberse separado de la rama sur en Xining (al norte de Lanzhou en la provincia de Gansu), se volvía a bifurcar, lanzando una rama central que se iba hacia lo que hoy es Kirguistán bordeando por el norte el desierto Taklamakan. Mi itinerario contempla seguir esa ruta hasta Kashgar y de ahí devolverme por la ruta sur hasta Xining.

A medida que uno se acerca a Tulufan desde el este, el paisaje empieza a parecer diseñado por un acuarelista que es a la vez geómetra. Montañas y viñedos se van ordenando en colores básicos, para nada matizados, y según perfectas simetrías. Ninguna cadena montañosa parece haber nacido azarosamente, ni tampoco ningún viñedo. Las sucesivas vistas del entorno parecen ir emergiendo de cada curva del camino más como postulados de una geometría misteriosa que como fruto de fuerzas geológicas o productivas. Las montañas piramidales, los viñedos rectangulares y la pampa tersa como sábana de cama recién hecha.

Fuxi y Nuwa, la pareja forjadora china, seda de Astana, Tulufan - créditos: museo de Urumqi, Xinjiang, China
Fuxi y Nuwa, la pareja forjadora china, seda de Astana, Tulufan - créditos: museo de Urumqi, Xinjiang, China

En el museo de Urumqi hay una seda pintada con las figuras de Fuxi y Nuwa, mitológica pareja mitad humana mitad serpientes, que fundara la cultura china sacándola del barro primitivo, blandiendo un compás y una escuadra, las herramientas del geómetra. Esa seda fue excavada en las tumbas de Astana,de la dinastía Tang, no lejos de Tulufan. Y sus colores son los que uno ve alrededoir suyo en Tulufan.

Contemplando estos paisajes se me ocurre que tal pintura no podría haber sido concebida en ninguna otra parte. Sólo allí: donde el paisaje es pura acuarela y geometría, y la geometría una vasta demostración que toma la tierra misma por pizarra, como en los comienzos de esa ciencia en Egipto y en la Grecia de Euclides.

¿Demostración de qué? De que la tierra con todo lo que en ella se sujeta, está organizada según patrones formales y geométricos que son análogos de los movimientos del mundo espiritual y, finalmente, del destino humano.

En otras palabras: demostración de la cosmovisión autóctona china: su pensamiernto analógico, correlativo (es decir que todo está relacionado en la naturaleza por analogías y correlaciones de sentido, sentido que es primariamente geométrico y cromático) anclado en los conceptos de Yin Yang (ciclos naturales) y Wuxing (los cinco poderes que mueven el mundo). Pues en estos parajes esa cosmovisión ha estado siempre amenazada de desdibujamiento bajo el embate de sucesivos oleajes de cosmovisiones ajenas, que han venido a levantar sus cálices aquí desde el oeste, por la ruta de la seda.

Primero fueron el budismo y el cristianismo, en los primeros siglos de nuestra era, y ambos en diversas versiones. Los budismos hinayana y mahayana y los cristianismos maniqueo y nestoriano. Luego llega el islam, a partir del siglo 10 DC. Cuando pasa Marco Polo por aquí anota la presencia en este espacio cultural de todas esas creencias. Pero con matices.

En la parte más al oeste del actual Xinjiang (Kashgar, Hotan), el islam ya era la principal ortodoxia, mientras en Dunhuang, a mil y tantos kilómetros más al este, halla que el Budismo era todavía lo más preponderante. Y entremedio, como aquí en Tulufan, el veneciano halla de todo un poco, un magnífico crisol intercultural, incluyendo por cierto la cultura China, que había estado presente en estos territorios por lo menos desde la dinastía Han occidental (siglo 2 AC).

En 1590, bajo la Dinastía Ming, Wu Cheng’en publica una de las más famosas novelas chinas, y una de las más leídas, copiadas, y re-hechas – de innumerabales formas – de la literatura uinversal: El viaje hacia el oeste, más conocida como El rey mono. Con las aventuras reales de la peregrinación de Xuanzang a la India (cuyo comienzo ya he relatado en un anterior posteo) como punto de partida, Wu Cheng’en da forma a una novela tan endiabladamente picaresca como penetrantemente filosófica. Escrita como folletín, es de un humor de reventarte las tripas de la risa, e hilvana mejor su trama – llena de loquísmas aventuras – que muchas novelas nuestras de acción. De mis lecturas, sólo se la puede comparar con el humor «salvaje» de Shakespeare, Cervantes o Rabelais.

Pero, tanto así como El Quijote tenía una agenda intelectual, que era poner fin a las novelas de caballería, El Rey Mono tenía la suya, que era poner fin a la independencia intelectual del budismo y encajarlo entero – a través de una de sus más emblemáticas figuras – dentro de los patrones de la cosmovisión china que les acabo de resumir.

Una de las más delirantes aventuras del Rey Mono ocurre justamente aquí en las cercanías de Tulufan: el cruce del «Monte incandescente», una montaña cuyos colores rojos y cuyas formas piramidales representaban para el pensamiento cosmológico chino el poder del fuego, uno de los cinco poderes transformativos de la naturaleza (llamados Wuxing en chino).

La montaña aquella era tan quemante e incendiaria, que el monje peregrino no la podía cruzar. No había caso: él y sus acompañantes se quemaban las plantas de los pies, por bien calzados que los tuvieran. El rey mono recurre entonces a cuanta estratagema es dable imaginar para hacerse de un abanico mágico venido de la India, que le permita apagar las llamas de la montaña. Sufre dos reveses, en los cuales, creyendo haber burlado la vigilancia de los cuidadores del abanico, resulta que el burlado había sido él y lo habían dejado llevarse abanicos falsos (¡»made in China»! los tiempos no han cambiado…), copias perfectas del original pero sin sus poderes mágicos.

Pero a la tercera vez se sale con la suya, y consigue apagar el fuego de la montaña, proeza que Wu Cheng’en resume en unas pocas líneas que son condensación de la más pura cosmovisión china:

Cuando el poder del agua y el poder del fuego están equilibrados, no puede surgir daño alguno. Los cinco poderes Wuxing se unen entre sí como eslabones, Yin y Yang ascienden las pagodas de nubes en armonía, cabalgando en el ave incandescente hacia el palacio de color púrpura…

Estatua de homenaje al Rey Mono, Montaña Incandescente, Tulufan, Xinjiang , mayo de 2011
Estatua de homenaje al Rey Mono, Montaña Incandescente, Tulufan, Xinjiang , mayo de 2011

Frente a la montaña incandescente real que el verdadero Xuanzang tuvo que cruzar, en la afueras de Tulufan, hay un parque temático con un hermoso monumento de homenaje a la novela. El lugar está diseñado tan hábilmente que todas las dependencias están bajo el nivel de la llanura, de tal modo que al ir acercándose, lo único que uno ve perfilarse contra el fondo de la montaña, son unas impactantes esculturas, en medio de la pampa, que representan a los principales protagonistas de aquél episodio.

Y aquí lo narro, o mejor dicho narro el momento climático de su desenlace, leído directamente desde la novela (te recuerdo tener paciencia la primera vez que se cargue el video; una vez cargado, si lo haces correr de nuevo podrás verlo bien fluido):

Quienquiera que desee aprender más sobre la antigua cosmovisión china, la que informa todas sus artes y sus ciencias, desde la música y pintura hasta el arte de la guerra y el Feng Shui, encontrará en esta novela una versión inigualable – por lo gráfica, entretrenida y didáctica que es.