En la Ruta china de la Seda, Beijing 21 de mayo de 2011: culturas cruzadas en el templo de la Tierra

El mejor humor – el único digno del nombre – es aquel a expensas de uno mismo, decía Cesar Vallejo (mi poeta top latinoamericano), quién detestaba el humor a costa de los demás, al que llamaba «aristofánico» (de Aristófanes, el gran dramaturgo humorista griego, pero que al vate peruano poco le tincaba).

¿O sería Mariátegui (José Carlos, autor de los 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana) el enemigo del humor a costa del otro…? Ahora me ha entrado la duda, se me están cruzando los pensadores peruanos. Cosa que viene a cuento, como verán más abajo.

Una larga seguidilla de improbables experiencias sufridas en carne propia, a lo largo de muchos años, la última de ellas ahora recién en China, me han venido a convencer de que quienquiera que fuese nuestro peruano, no tenía razón. El mejor humor es el del cosmos, cuando se las ingenia para ordenarte tu drama de tal manera de burlarse de tí y del otro y de todo lo demás humano, al mismo tiempo.

El último episodio lo viví este 21 de Mayo, en el Templo de la Tierra, en Beijing, a donde acudí a filmarme a mí mismo dándole el puntapie inicial a mi viaje por la Ruta de la Seda, que acabo de comenzar hace cuatro días (hoy es 26 de mayo de 2011). Me parecía un lugar ad hoc para eso pues si hay algo que distingue a esos territorios que estaré visitando, es su terrosa sequedad. La Ruta china de la Seda aparece en el mapa como una precaria gargantilla de oasis que sobreviven como pueden entre dos de los más áridos desiertos del mundo: el Taklamakan y el Gobi. El imperio de la tierra. La región del mundo que con más propiedad puede llamarse «centro de la tierra» si por eso entendemos lejanía de los océanos.

Solo en el Templo de la Tierra, Beijing 21 de mayo de 2011, foto de Enzo Cozzi
Solo en el Templo de la Tierra, Beijing 21 de mayo de 2011, foto de Enzo Cozzi

Entrando al templo, que es una gran plaza amurallada situada dentro de un hermoso parque público, y de forma cuadrangular siguiendo el dictamen del cosmos chino de que «El Dao (Tao) del cielo es circular y el Dao (Tao) de la tierra es cuadrado», me dí cuenta que en toda ella no había nadie más. Nadie. Era un sábado a las cuatro de la tarde. Hallarse solo en un fin de semana por la tarde en un lugar público en China, es raro. En un parque de Beijing, notable. Y lo noté, con mi cuerpo entero. (Pido disculpas por la calidad de mis videos, van a ser super artesanales, publicados ‘crudos’ y sin editar. Pero las ocasiones en que me silencia el viento, son de su exclusiva responsabilidad)

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Inmediatamente la plaza me trajo el recuerdo (uso el verbo ‘traer’ literalmente: ella me puso la antigua memoria allí delante mío como en un espejo, se vistió para entregármelo) de otra ocasión en que me hallé improbablemnte solo en un gran templo pasado el mediodía. Fue en Chavín de Huantar en Perú, donde por unos largos diez minutos me encontré una vez solo en su plaza ceremonial, también cuadrangular, a pesar de que el recinto mayor a su alrededor estaba atestado de turistas. Soledad extraña que me sobrecogió entonces y volvió a estremecerme ahora, y más esta vez, porque venía a repetir, como en una sonata o fuga, los afectos de la experiencia anterior, reverberándolos cadenciosos por mi nuevo estar.

Me instalé en el centro del cuadrilátero a filmarme y ahí dí mi discursito inaugural, expliqué la lógica ceremonial del Templo y todo fue bien. Hasta que, hacia el final, me dí cuenta de repente de que era 21 de mayo, la fecha del combate naval de Iquique, una cruenta gesta por el dominio de tierras tan áridas como las que allí en esa plaza yo anunciaba, ¡pero que se dió en el mar! Y no sólo eso. Darme cuenta de la fecha y ser alertado por mis hombros de que llevaba sobre ellos puesto mi chaleco viajero de Caral, fue todo uno.

Caral es otra famosa sede ceremonial en Perú, donde me compré el chaleco y sombrero de viaje que, por su comodidad, desde entonces donde quiera que voy me acompañan. Pero andar trayendo puesto justo entonces el chaleco fue suficiente para desconcertarme y hasta darme su poquillo de rubor: «¿qué van a decir mis compatriotas de que precisamente un 21 de mayo ande yo así vestido y acordándome además tan afectuosamente del Perú?» Me sentí burlado por un poder más fuerte… algo o alguien desde los palcos de esa vasta plaza sola se mofaba de mi… Ya no estaba solo como al comienzo, aunque igual había poquita gente. Pero, más allá de ellos, me sentí observado con más que sorna por una calidad de ojos que sólo puedo atribuir al cosmos.

Entonces me saqué el chaleco y me volví a filmar. Así que quedaron dos versiones de mi introducción a este viaje cultural a la Ruta china de la Seda. La espontánea, con la ancestral cultura peruana entrometiéndose y descolocándome a porfía. Y la otra, la versión sanitizada. Puse aquí esta última, pero igual me pueden sorprender con el chaleco de Caral puesto en la foto de arriba.

No es un mal comienzo, pensándolo bien. Los milenarios entreveramientos culturales de la Ruta de la Seda inesperadamente refractados en un sincrónico y no anticipado entrecruzamiento con la cultura del Perú, gracias a los recuerdos que me afloraron y a mi exquisita selección de indumentaria y fecha para la ocasión.

Algún día quizá vuelva al tema de todas las conexiones cosmológicas que sería posible deducir entre esas dos plazas: la de Chavín de Huantar y la del Templo de la Tierra en Beijing, y de las que hasta este 21 de mayo ni me habia percatado siquiera. Ambas, no me cabe duda, han de responder al mismo plan simbólico: mapear una precisa interacción entre las cosas de la tierra y las eternas evoluciones de los astros y, con ellas, mapear los vuelcos y meandros del destino en los asuntos humanos.

Pero ahora no. Ahora parto a la Ruta de la Seda. Con mi chaleco de Caral.

2 comentarios sobre “En la Ruta china de la Seda, Beijing 21 de mayo de 2011: culturas cruzadas en el templo de la Tierra”

  1. Hola Enzo,

    en cuanto a esas «conexiones cosmologicas»… te cuento que estando indecisa de viajar a China, me fui a un café al que iba casi a diario (en Australia)… y en la mesa que siempre estaba vacia habia un libro. «Journey to the West. The Monkey King´s amazing adventures». Lo tomé, leí el prologo … una novela clásica china !… Miré a todos lados, me sonreí, y pregunté a la mesera de quien era el libro y me dice que alguien lo habia dejado olvidado el dia anterior. Ahhh !!

    1. Mira qué bien… te está llamando Xuanzang… sigue leyendo mis posteos de la Ruta de la Seda entonces, hay varios que te van a resonar…

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