No son guerreros, sino guardianes de su cosmovisión

Finales de Noviembre de 2009 en Santiago de Chile. Son los días previos a la inauguración de la exitosa exhibición «La Antigua China y los Guerreros de Terracota» (va a tener tal acogida que deberá extenderse un mes extra para satisfacer la demanda. Reminiscencias aquí de la legendaria exhibición: «De Cezanne a Miró» a fines de los sesenta…)

Hemos pasado su penúltima mañana en Chile comprando souvenirs con la señora Ge Hong, directora del Centro de Protección de Reliquias de Shaanxi, China, y miembro de la delegación que vino a dejar las famosas piezas arqueológicas a Chile. Le ha encantado nuestra joyería en lapislázuli. Compra varios juegos de aritos, pulseras y gargantillas con la azulada piedra esculpida en forma de esbeltas gotitas. Le comento que Qin Shi Huang () habría aprobado su gusto en joyas. Ella ríe de buenas ganas. Qin Shi Huang, el primer emperador chino, cuyo mausoleo cerca de la ciudad de Xi’an vigilan hasta hoy los casi diez mil Guerreros de Terracota, gobernó su vasto imperio amparado en uno de los cinco poderes de la naturaleza (según la antigua filosofía china): el poder del Agua.

Hay más que mero asentimiento en la franca risa de la sra. Ge Hong. Ambos sabemos que la exhibición de los Guerreros de Terracota en Chile va a tener una importante diferencia, comparada con varias de las que se han montado en otros lugares del mundo. A eso también ha aludido, tácitamente, mi comentario.

¿A qué me refiero?

A lo siguiente: tras haberse fascinado con mis explicaciones acerca del importante rol del pensamiento cosmológico en la China antigua, sobre todo durante las dinastías Qin () y Han (período cubierto por la exhibición), los curadores chilenos de la exhibición (Gloria Cortés, Sebastián Vidal y Milagros de Ugarte – que me contrataron como su asesor académico) han decidido jugársela por destacar el pensamiento cosmológico chino como tema central de la muestra en Chile. Lo han destacado en las infografías, en el diseño y estética de la exhibición, en la organización de contenidos y hasta me han pedido un ensayo acerca del tema para el catálogo oficial de la exhibición.

Para mí eso es jugársela, porque ese modelo de pensamiento ha sido bastante menospreciado como poco digno de estudio en muchos círculos académicos occidentales. Ha debido ese prejuicio a que se ocupa de cosas como la astrología, la adivinación, la interacción con espíritus, el Feng Shui, la alquimia, etc…

Las exhibiciones de los Guerreros de Terracota en otras latitudes han realzado los tópicos de alta alcurnia intelectual. El tema político: «El Primer Emperador impuso la filosofía Legalista mediante una dictadura reaccionaria y anti-intelectual», o a la inversa: «Fue un revolucionario implacable a lo Robespierre, Lenin o Dessalines». O el approach psicológico: «Fue un psicópata, ególatra y megalónamo, solapado y patológicamente desconfiado…». O el social: «…terminó con el feudalismo y reformó la agricultura…». O el económico: «Estandardizó la moneda, los pesos y medidas y los tributos….» O el militar: «Desmilitarizó el interior y militarizó la frontera…» Así en todos los casos. Han sido muestras cuyos curadores han tomado la ruta segura, bien pavimentada, señalizada y frecuentada.

Sin embargo, en las fuentes chinas de la época el tema cosmológico aparece, sin duda, como el primigenio. La médula, el hueso, el axioma temático que a todos los demás subordina – desde el tópico ético hasta el político. Si allí las ciencias humanas, y sobre todo la ciencia de la historia, hubieran tenido su Euclides, su primer postulado habría sido cosmológico.

¡Pero qué digo! Si la historia china (y quién sabe si la universal…) tuvo su Euclides. Ese fue Sima Qian, el más insigne historiador chino, por consenso general la primera pluma de su país (modelo de todas sus letras), y a quién debemos casi todo lo que sabemos acerca de la dinastía Qin. Cuando no estaba escribiendo la historia, Sima Qian estaba desempeñando su cargo oficial: primer astrólogo de la corte del más famoso emperador de los Han: Wudi. Por eso, probar mi aseveración de más arriba no cuesta mucho; de hecho es pan comido, a poco que se tengan a mano las fuentes. Allí las instancias del papel central otorgado al pensamiento cosmológico en la comprensión del devenir histórico son ubicuas e incontrastables…

Así es cómo, confiando en mis fuentes y en mi mirada reivindicadora del tema cosmológico, este admirable equipo de curadores (con quienes he gozado trabajando ¡y vaya que me han sacado trote!) se la han jugado por él. Y con ello han logrado darle (según yo, claro está) un carácter más ancestral y auténtico – a la vez que novedoso y provocativo – a nuestra versión chilena de las exhibiciones de los Guerreros de Terracota que han recorrido el mundo.

Por eso me vanaglorio en pensar que todo aquello también está contenido en la risa con la que la señora Ge Hong aprueba mi comentario sobre los gustos «acuáticos» de Qin Shi Huang en orfebrería…

Terminadas las compras, almorzamos, invitado por ella. Me lleva (no sé cómo, «conejeando» por la calles del centro) a un pequeño restaurante chino en la calle San Antonio (¡atendido por sus dueños! Sí, este tema parece que va a recurrir en mis posteos…) donde nos sirven unas viandas típicas de su país que yo juraba inexistentes en la gastronomía «sino-chilensis».

«¡Mmmm, mmmmm, excelente!» – apruebo, chupándome los dedos – «¿Cómo encontró este lugar?» – le pregunto. Estoy genuinamente sorprendido. Yo, chileno, santiaguino, no conocía aquí un restaurant chino tan auténtico. Y este es el primer viaje de ella fuera de China, no habla una palabra de inglés siquiera; y de español, para qué decir.

«No fue difícil» – me responde – «Preguntando. En Santiago hay muchos chinos…»

Cuesta creerlo, pero así sucedió. Esa extraordinaria habilidad china para la sociabilidad y para entablar el diálogo, la grácil soltura con que se desenvuelven en el espacio público – combinación justa de cortesía, llaneza, aplomo y ausencia de temor al desconocido – logró la hazaña de venir a guiarme en mi propia ciudad, a diez días de haber puesto pie en ella y sin tener idea de nuestro idioma. ¡Ah!, y por si acaso no se trataba de alguien de raigambre popular, a quién la atmósfera de plebe que se respira en el centro capitalino le hubiera quizá podido resultar afín, «conocida». Se trataba de una intelectual, museóloga, experta en la arqueología de su región y un mando medio en el aparato estatal.

cortesía del Centro Cultural La Moneda

De vuelta en el Centro Cultural la Moneda, bajamos a la sala Teatinos. El equipo encargado está terminando de ensamblar la famosa carroza funeraria de bronce de Qin Shi Huang, y cerca de ella ya está dispuesta la primera pieza que va a recibir a los visitantes: una réplica del traje ceremonial del Primer Emperador que simboliza la majestad y soberanía del poder del Agua por sobre los otros cuatro poderes, los que aparecen en el traje supeditados a aquél. A su lado, la infografía explica los términos fundamentales del pensamiento cosmológico chino y la forma en que aquél fuera implementado como política de estado bajo los Qin, sobre todo la primacía de los significados del Agua: unificación, nivelación, ley pareja, transparencia, severidad, etc.

Lo mismo ocurre en la sala Morandé, dedicada a los Han. Lo primero que va a recibir a los visitantes es un espectáculo multimedia con la modulación que dieron los Han a su cosmovisión ancestral, especialmente la primacía de los significados de la Tierra: fertilidad, nutrición, cobijo, cultura, dulzura…

Un comentario sobre “No son guerreros, sino guardianes de su cosmovisión”

  1. Qué bueno que existas amigo…veo que gabriel ha estado "working his magic".

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