Las tumbas chinas y la mariposa de Zhuangzi

Alba de mediados de otoño a orillas del río Li, provincia de Guangxi, sur de China. El mojado murmullo de una balsa de pescador con cormoranes abría una que otra brecha en el silencio, mientras los fanales de papel de su navío le iban sacando visos pálidos a la penumbra. Ya adivinaba encima mío las siluetas de los cerros kársticos que han hecho de ese entorno un hábitat predilecto de la poesía china de la naturaleza (si William Wordsworth, ese maestro de la poesía rural, en lugar de inglés hubiera sido chino, habría tenido que vivir cerca del Li…)

El río Li en Guangxi, sur de China, foto de Enzo Cozzi
El río Li en Guangxi, sur de China, foto de Enzo Cozzi

Mas no me había levantado con los silenciosos pescadores para ponerme a cavilar sobre poesía, sino para ir a enseñar Feng Shui de las tumbas. Esos oscuros cerros inclinados como centinelas (al decir de Guopu – el padre del Feng Shui) hacia nosotros, estaban pespuntados de tumbas, o mejor dicho de xue o lugares fuertes – con buen Feng Shui – donde moran los huesos de los ancestros.

Pero como nada valioso y bueno está bien repartido en este mundo, ni siquiera en China, hay por las faldas de los karsts de Guangxi toda laya de xue. Desde millares de xuecillos con sus tumbitas del pobre (un montículo mirando hacia dónde pudo, unos pedruscos pintados blancos, restos de petardos y unas cuantas flores huachas en primavera) hasta algunas docenas de grandes xues con mausoleos de potentados. Estos últimos perfectamente emplazados y cuidadosamente construídos según Feng Shui. Uno de esos necesitaba yo para situar bien situadita y nítida mi lección del día.

Si hubiéramos estado en una zona rural menos al sur de china, en Fujian por ejemplo, habríamos divisado esos grandes mausoleos desde lejos, pues las laderas son más expuestas y «transparentes». Pero en el subtropical Guangxi no. Sus cerros son «monte» en el sentido que dan los cubanos al término: espesura, opaca a la mirada y al raciocinio. Para poder encontrar un gran xue allí, con su mausoleo, había que adentrarse en ese monte, en la espesura. Y hacerse huésped por un rato de toda su relación semántica con fuerzas naturales, primigenias, fantasmas y otras formas extrañas de vivir la vida y morir la muerte. Y para eso se precisaban guías, lugareños.

Así que partimos esa mañana bien temprano con nuestras dos guías, que nos hicieron encumbrarnos por el primer cerro que pillaron. La ruta apenas una huella subiendo la feroz pendiente, raspados y toqueteados al pasar por ramas, helechos, bambúes y zarzas de todo tipo. Media hora así y llegamos ya cerca de la cumbre de nuestro karst. La pendiente se allanaba y la espesura daba paso a unos bien cuidados huertecitos de nísperos y naranjos. Y allí, al borde de una hilera de mandarinos, bien oculta en una depresión del terreno entre pastos altos, zarzamoras, colas de zorros y totorales, la magnífica tumba que buscábamos. Perfectamente alineada de oeste a este (eje nacimiento – muerte en Feng Shui), tal como manda la teoría, según constataron rápidamente los alumnos en sus compases 罗盘 Luopan. Aparato que consiste en un calendario y un reloj proyectados sobre la rosa de los vientos, donde la mañana y la primavera ocupan el este, el ocaso y el otoño el oeste, etc.

Y allí, ayudado por Jenny – amorosa trabajadora de nuestro hostal – y una señora que por allí habitaba y que no tenía nombre inglés, dí mi clase, con todas las de la ley: explicación del emplazamiento, direcciones, arquitectura y semántica (los signos y figuras esculpidos en la piedra) del lugar. Preguntas, respuestas y todo eso. Hasta ahí una perfecta clase de Feng Shui y de sus orígenes, en terreno. Y en su propio terreno. Eso, una excelente clase y nada más, si no hubiera sido por la mariposa…

Enzo y la mariposa en la clase de Feng Shui de las tumbas
Enzo y la mariposa en la clase de Feng Shui de las tumbas

Blanca ella, como la bombix mori (la mariposa del gusano de seda) y como los ajuares de luto en China (donde el duelos e viste de blanco y no de negro), vino a revolotearme alrededor con tanta insistencia como la de mi nieta menor en Inglaterra, pero con mucha mayor desenvoltura. Donde mi nieta sólo puede pedirme brazos, tirarme de los pantalones (o de los vellos si ando en shorts), esta otra se me posaba en los brazos, en el pelo, en las manos y hasta en los anteojos. Habíamos 18 humanos vivos allí (¡vaya alguien a contar los muertos!), pero ella decidió cortejarme sólo a mí, el profe, el «vivo» que había venido a capturar para sí el punto de fuga en aquél escenario de los muertos, el gesticulador y hablante en el sitio semántico de la quietud y del silencio…

¿Quién, qué era esa mariposa? ¿Qué vino a significar allí…? Para mí, claramente, fue un avatar de la «mariposa de Zhuangzi«, deslumbrante protagonista de una alucinada parábola de la filosofía china.

Zhuangzi soñando que era una mariposa
Zhuangzi soñando que era una mariposa

Habrá mucho más sobre Zhuangzi, y sus cuentos con mariposas, peces, aves, cráneos y tortugas, en el «wrestling» match o «gallito de cosmovisiones» con Shakespeare que le estoy organizando a este monstruo chino para el 22 de Enero del 2011.

(Sí, con Shakespeare, nada menos…. es que a Zhuangzi hay que ponerle adversarios de peso, de lo contrario no hay contienda, y lo mismo pasa con Shakespeare, así que la pelea va a estar buena, pronostico que se estirará a 15 rounds…)